viernes, octubre 30, 2009

Acerca del lenguaje

Del merecer

Merecer viene del latín mereri, que significó primitivamente servir en el ejército, porque los que servían en el ejército recibían merced; es decir, paga. Merecer quería decir en un principio ser mercenario, lo cual explica que la palabra meritum, mérito, significaba entre los latinos estipendio o remuneración. Después se asoció a esta palabra la idea moral de buenos servicios, de capacidad, de talento, de valor, y merecer vino a significar ser digno de una recompensa. Sin embargo, la diferencia entre merecer y ser digno no puede confundirse por nadie que conozca un poco el castellano.

Merecer supone servicios.
Ser digno supone virtudes.

Texto tomado de Filosofía de la Lengua Española. Sinónimos Castellanos. Escrito por D. Roque Bárcia. Tomo segundo. Madrid 1865. pp 419-420

Es una buena idea comenzar a revisar el uso de nuestro lenguaje, para así aprehender el verdadero significado de las cosas que decimos. Este es tan sólo un ejemplo, de como hemos venido perdiendo la consciencia de lo que pronunciamos, hemos venido olvidando la magia y la responsabilidad de nuestra palabra.

Al sentirnos merecedores de todo, inconscientemente nos convertimos en mercenarios, a la espera de la recompensa por nuestros actos. Es el momento de cuestionarnos el valor de nuestro hacer.

YO

lunes, agosto 31, 2009

El Juez



La que creí mi capacidad de observación, comenzó desde niño, cuando de repente me ubiqué dentro de un cuerpo y lo sentí como algo más que me pertenecía, mas yo no era eso. Recuerdo haber notado mis pasos y tropecé, después el contacto con los espejos sólo me reflejaba algo extraño, como un medio de comunicación con el exterior. La duda era que más había dentro, aparte de entrañas y sangre, células y neuronas.

¿Quién gobernaba mis actos y mis deseos?

La comprensión no llegó en ese momento, se ha ido formando con el paso de los años, y dichas y daños. La primera noción de mí, fue como de un chofer, de una máquina que podía correr, nadar, llorar, reír. En realidad eso le quitó un poco de magia a mi andar, de repente me di cuenta que tenía o podía tener un control de mis actos y de mis sentimientos y pensamientos, deseos.

Ahora entiendo que de niño no es tan bueno en ciertos aspectos saber eso, te quita lo original, lo esencial. Y así comencé poco a poco controlar mis haceres, a exigirme más a nivel intelectual y físico, a reprimir y secar y cuestionar cualquier clase de afecto o emoción no útil.

Creo que fue recién mis padres me dejaron, aunque no lo relaciono mucho, no sé muy bien. Mi relación con ellos fue normal, casi nunca hablé con mi padre, tan sólo lo saludaba: hola, hasta mañana, nos vemos, cuídate. Con mamá fue distinto con ella podía hablar casi de todo, aunque había cosas que no comprendía. Después de que se fueron me negué a sentir mucho por ellos, de alguna manera los entendí, ya de nada serviría reprochar o llorar o enojarse.

Esa especie de costumbre continuó, se hizo parte de mi forma de ser, de alguna manera me enseñó a desfragmentar y descontextualizar lo que percibía. Ubicándolo primero como algo semejante pero solo en apariencia, porque cuando me adentraba veía que cada cosa es infinitamente probable y potencial, pero en realidad eso no lo hace alejarse del todo, mas bien lo relaciona con el todo, porque se ha generado a raíz del contacto e intercambio de ideas, pensamientos y cosas y experiencias de los otros. Al final, creo, no hay casos únicos, digo, que se generen por sí solos, todo nace, se desarrolla y evoluciona a partir de algo.

Por ratos era “normal”, podía pasarla bien sin pensar, podía disfrutar de los juegos, magias y sentimientos, pero no duraba demasiado. Eso me causó problemas con los compañeros, amigos y la familia, me ubicaban como el raro, el que habla solo y cuando se aburre se aleja y se encierra en su mundo. Lo que no sabían es que ese mundo era el de ellos también, podía ver cosas que los demás no, no hablo de imaginaciones, podía ver una realidad multifacética, múltiple, relativa.

Mi propio análisis y contradicción, me hizo voltear a ver a los demás. No por juzgar, tan sólo para tratar de realmente verlos y es que hay tanto por observar, todo lo que hacemos dice algo de nosotros. La manera de caminar y sentarse, los gestos al hablar, el como reaccionas cuando te miran, el como tú miras a los demás o a la nada… Todo habla de uno aunque ni lo notemos.

De ese ejercicio lo que más llamó mi atención fue el descubrir a otros cuyo andar también era frió y contenido, a aquellos que no se movían tan normalmente, ahí vi que quizá no era el único, aunque con un poco de tiempo note que por lo general quienes lo hacían buscaban algo, lo hacían para obtener o se aprovechaban de eso para perjudicar. Eso fue lo que me incitó a tratar de aprender y comprender más de mí y del resto, fue lo que me llevó a relacionar y balancear el conocimiento y la práctica; el deseo, previsión y la praxis.

Ja… (Y hoy mírenme nada mas…) ¿Es cierto que mientras mueres recuerdas todo?

Por el momento tan sólo recuerdo mis inicios en lo que pensé sería una mejor vida, con mayor equilibrio y congruencia. Por el momento confirmo mi duda y entiendo que esta tarea de Juez fue mal entendida, no hay causa justa para todos, aunque traté… (¿Me estoy resignando a morir aquí?) Aunque he tratado de ejercer mi vocación sin miramientos propios, sin ver por mí más que por la causa. Creo que en la “justicia” tal cual la aceptan, no puede existir el balance, aun los que son juzgados no aprenden a ver por sus victimas ni por la sociedad, sólo se miran ellos. Creo que la maldad como esencia y acto se originan en eso, en la desubicación del concepto de equilibrio, es cuando uno sólo mira por las causas propias; cuando cree injustos a los demás y los culpa de sus actos; cuando lo que considero justo para mí afecta al resto. Ahí nace. En ese desequilibrio y egoísmo irracional; en ese envolverse en sí mismo. Aunque también puede que de ahí nazca la esencia del individuo, al notar que lo que aparenta ser malo, a veces, no lo es, sólo es inconveniente para una masa. De ahí puede nacer la responsabilidad de nuestros actos, el sólo verlo…

Que paradójico, yo mismo pude haber sido el egoísta, el ladrón o mi asesino y no… hoy aquí estoy del otro lado, analizando y agonizando.