Un jueves de mayo me descubre, y estoy aquí respirando,
en este cerro que antaño fuera isleta.
Viendo focos que ayer fueron reflejo de estrella.
Y la memoria susurra un nombre, de flor y amatista,
y mi cuerpo resiente la comodidad de su piel y de su alma,
su olor, sus gestos, su palabra, sus silencios.
(Y está conmigo, así no la tenga ni la vea,
así me llegue por instantes el fugaz miedo de su posible ausencia.)
Aquí estoy y me encuentro, mis manos sienten el frío y por mis botas rotas se cuela el viento.
Me siento hoy más despierto, las palabras fluyen.
Detecto el existencialismo del momento y los sabores del recuerdo.
Y la relaciono con tanto que por azar me ha hallado,
como su llegada la tarde que no la vi mas deseé su regreso.
Y le agradezco a todo lo que la condujo tan cerca,
a las silenciosas señales que me guiaron hacia ella.
Entiendo por ahora una significación de mi existencia:
soy nada,
soy una expresión prismática
que refracta luz, sombras.
TEPEPOLCO
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