El narrador de halla sumido en el mutismo que le provocan los diálogos cínicos,
presuntuosas palabras que enarbolan y flotan;
que sólo buscan miradas y galardones,
desdeñar diferencias y propagar nuevos códigos mercantiles disfrazados de literatura.
Neologismos que subordinan abanderados en supuesta libertad.
He aquí el punto, mismo idioma pero diferentes significaciones.
Después, los difusores transmiten como virus el nuevo lenguaje,
las víctimas lo adoptan y ejecutan sin fijarse en que esencia conllevan.
Así se apropian inconscientemente de esas palabras, las reproducen y heredan.
El virus se torna epidemia.
Una vez implantado en el portador, comienza la enfermedad a buscar su perpetuidad,
mutando en la esencia misma del infectado.
Finalmente ese inofensivo nuevo lenguaje se recreó en el antiguo ser humano,
quien muerto en esencia se transformó en vil instrumento.
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