sábado, diciembre 15, 2012

Itzcoatl


De niño la primera afición de Itzcoatl era hurgar lo que hallara en casa de sus abuelos.

Buscar monedas o llaves entre los pliegues y costuras de los sillones.

Abrir los cajones de las cómodas y libreros para sacar y poder inspeccionar cada uno de los objetos que hubieran; al final de la meticulosa tarea, volver a acomodar todo tal como estaba, en el milímetro correcto, en el mismo orden y con la cara exacta como lo había descubierto.

Revisar las cajas que desechaban, llenas de objetos ya inservibles para los adultos, que ante los ojos de un infante eran tesoros: ceniceros de metal oxidados, por falta de uso; plumas, gordas tipo fuente; carpetas y agendas, que las compañías regalan en año nuevo; portaplumas de plástico para las camisas; cajitas de madera vacías, que al abrirlas conservaban aromas deliciósamente extraños; cuadritos de gis color azul, con una perforación ondulada en medio de una de sus caras.

Ver que había en el horno que no se ocupaba de la estufa; descubrir como era el interior de la caja del retrete y hasta halló que el techo del cuarto de baño era hueco, ya que tenía unos canceles que podían moverse, donde descubrió una bolsa con unas como servilletas gruesas o pañales muy pequeños (tiempo después sabría la verdadera utilidad e importancia de esas toallas intimas para las féminas).

Una vez que la casa había dejado de representar un misterio, puesto que conocía a detalle cada uno de sus rincones y escondrijos, halló un extraño instante en que, debido a que ya no tenía ningún espacio por explorar, decidió tomar uno de los libros que discretamente abundaban en casa. A partir de ese momento no pudo dejar de revisar, leer, tratar de interpretar y entender cada libro que cayera en sus manos.

En una ocasión leyendo un libro de historia de la Ciudad de México, encontró algunos datos interesantes de ese cerro que se veía desde la ventana de la recamara del abuelo, donde cada año realizaban una procesión y caracterización de la Semana Santa católica. En ese texto mencionaban acerca de las antiguas culturas que antaño vivían en ese lugar, era un cerro mágico, lleno de grutas y cuevas. Después de esa lectura su interés se traslado a esas elevaciones cerriles.

Conforme creció, cada fin de semana libre lo ocupaba en ir a explorar estas formaciones, tan cercanas pero tan desconocidas e ignoradas por la mayoría de la gente.

Pasaron los años y muchas cosas cambiaron: el dejó de ser un niño, la casa de los abuelos había sido vendida y ellos se mudaron de la capital; él también se mudo muchas veces de domicilio y no volvió a hallar ningún lugar reconfortable, ni seguro, ni suyo (a veces cuando las cosas en su vida iban mal, solía tener sueños, o pesadillas, en las que hallaba buscando cosas en el hogar de los abuelos).

A inicios del 2000 volvió a cambiarse de casa, estaba en una ladera de un tal Peñón del Marqués. Extrañamente ese cerro no lo conocía, ni por referencias. El lugar era sumamente austero y gris: grises sus construcciones, sus acabados, las azoteas, las calles; y gris era la vista panorámica del horizonte.


Un par de meses después de su llegada, ya había agotado las fuentes históricas acerca del lugar. Descubrió que él era pionero en cuanto a la investigación específica del lugar y esbozó su historia: desde su formación geológica a finales del Pleistoceno, en que surgió en medio de la cuenca como un lento brote volcánico; hasta la actual época, convertido en un bastión del olvido, tanto de las historias oficialistas, como de la memoria de sus habitantes que se habían encargado de cariar sus faldas con sus feas casas.

De las exploraciones que cotidianamente realizaba, pronto obtuvo descubrimientos constantes. Durante los meses secos se dedicaba a recorrer meticulosamente la cima, donde solía hallar una gran cantidad de cerámica prehispánica: restos (siempre rotos) de platones, incensarios, sahumadores, jarrones y figurillas; varios aun conservaban sus pigmentos originales, azulados o encalados, figuras geométricas pintadas delicadamente en las bases de los platos.

Uno de los hallazgos que más lo emocionaron, fue una pequeña navajilla de cristal negro, obsidiana, con la forma de serpiente. Era como un regalo a su perseverancia, un objeto aguardando cientos de años para él y que coincidía, casi mágicamente, con su nombre: Itzcoatl  "serpiente de obsidiana". Cuando supo que este objeto posiblemente era usado con fines rituales de autosacrificio, él hizo lo debido: cada ocasión que subía a ese sagrado lugar ofrendaba un poco de su vital líquido a esos dioses inertes, agonizantes en las piedras rotas y en las rocas careadas esparcidas en la cima, restos de algún antiguo templo ahora perdido.

En las épocas de lluvia, su observación se concentraba en los brillantes colores de la vegetación que emergía: el intenso amarillo de las flores de las siemprevivas; las diferentes tonalidades de verde de sus pastos, que danzaban estremecidos por el viento, de los fuertes nopales, magueyes, sábilas y de los aromáticos pirules que esparcían sus semillas rojas bañadas en dulce resina; así como el rojo sanguíneo de los escasos lirios aztecas que brotaban a principios de junio y los tenues morados de la planta llamada hueypatli, "la gran medicina", que según el franciscano Sahagún era el mejor remedio para los humores de los pies.

Por la noches acostumbraba degustar uno o varios tabacos en un mirador fuera de su casa y rememoraba el misticismo antiguo: forzaba la vista hasta que se fundían las lucecitas del horizonte, e imaginaba que ese espectro luminoso y borroso emulaba el lago que rodeó esa isleta y los difuminados focos eran como el reflejo de la bóveda celeste -de ahí su primer nombre mexica, Tepepolco, el "gran cerro rodeado de agua", ahora rodeado de cemento-. El instante supremo de sus esforzadas visiones se lograba cuando coincidía con  una de las grandes lechuzas que aun resistían y planeando sobre su cenit lanzaba su enigmático ulular.

Sin darse cuenta (o más bien, sin importarle hacerlo), ese lugar lo había absorbido, lo conocía a cada palmo -como a la casa de los abuelos-, cada una de sus piedras, sus frescas grutas grafiteadas. Había escalados sus salientes, sus rocas verticales; sabía escurrirse entre sus grietas, conocía las tonalidades de los ocasos desesperados que le brindaba su vista al horizonte; sus vientos le avisaban cuando la lluvia estaba cerca y en una ocasión logró escuchar al atardecer una melódica flautilla acompañada del latir de un huehuetl, quizá transportados por el tiempo o proyectados por su mismo corazón en comunión con el lugar. Las pequeñas cámaras que se formaron entre las rocas lo habían acogido cada que quería hallarse a sí mismo, había logrado comunicarse con el corazón del cerro, su Tepeyolotl. 



Así como él mismo, el lugar tenía su lado obscuro, tal vez por eso fue desterrado al olvido. Su cima se había teñido de sangre de luchas y de sacrificios. Para las fiestas mexicas de la fertilidad solían ofrecer las vidas de niños nacidos bajo el cielo de Tlaloc, "el señor de la lluvia". También algunas fuentes afirmaban que según una profecía indígena proclamaba que el día que el gran cerro hiciera erupción sería el fin de Todo. Años más tarde, a la víspera del asedio de Cortés a la gran Tenochtitlan, tuvo ahí lugar la primera derrota de los mexicas ante los españoles: cuando estos pasaros en sus navíos al lado de la gran isla, fueron atacados por la resistencia indígena, por lo cual el capitán y sus hombres se detuvieron para tomar el control de la improvisad fortaleza -de ahí proviene su segundo nombre, Peñol del Marqués, en honor a la victoria del conquistador. Siglos más adelante, durante nuestras etapas insurgentes, el presidente Antonio López de Santa Anna fue ridiculizado en ese mismo lugar. El resplandeciente dictador esperaba confiado que las hordas gringas invasoras, que se hallaban en Puebla prestos a tomar la Ciudad de México y finiquitar su conquista, llegaran por ahí ,el principal acceso a la capital. Así que transformó el cerro en fortaleza, alineó tropas federales y a sus huestes de pintos y voluntarios patriotas, preparó las batería en las faldas del cerro y dispuso sus caballerías. Había trazado una estrategia defensiva perfecta, estaba todo listo, los mosquetes afilados, las retaguardias cubiertas... sólo le falto un detalle: el general enemigo, W. Scott, conocedor del territorio gracias a un particular interés en los escritos de Humboldt, tomó la osada desición de rodear por los caminos del sur. Le apostó a la distancia mayor y a la entrada no flanqueada por Santa Anna, dejándolo como novia de rancho. Una vez que el tiempo pasó y le informaron de la inesperada ofensiva fue demasiado tarde, gracias a ese error se perdió la soberanía y la bandera de la nación imperialista se izó en Palacio Nacional por unos meses.

Pasaron los siglos y los nefastos sucesos ocurridos en el gran cerro, fueron omitidos de los libros de texto y de la memoria de sus habitantes. Ya sólo algunos granujas y vagos subían a visitar ese lugar, a fumar mariguana, alcoholizarse o inhalar solventes. También los años pasaron para Itzcoatl y le cobraron similar factura, se quedó solo y olvidado. Un día se enteró que la única ladera silvestre sería demolida, porque hacían falta más casas, o más dinero para los pocos beneficiados, o más mierda citadina para demostrar el progreso de la capital. Trató de organizar una ofensiva legal bajo el sustento histórico o ecológico, pero se dio cuenta que la legalidad está subyugada al dinero. Lo único que le quedaba por realizar era una última ofrenda, le regalaría al Tepeyolotl lo único valioso que tenía...

Una vez que había alistado lo necesario, tomó su sagrada navajilla Itzcoatl y todo aquello que había rescatado. Con su abultada carga se dispuso a hacer su último ascenso. Llegó a la cima y se descolgó entre las rocas salientes para poder escurrirse en una grieta, que se hallaba justo en el centro del macizo, y que tras un par de metros se abría en una cámara mediana con una bóveda abierta al cielo. Cerró con algunas pequeñas rocas la entrada y colocó todos los fragmentos materiales de historia a los pies de las paredes: los pedazos cerámicos, los cristales de obsidiana y arrancó varias hojas de sus libros de manera que rodearan toda la cámara, sólo dejó libre la parte central. Sacó de su mochila un viejo reloj despertador digital al que le había quitado la bocina, cuyos cables salían y con un amarre de ratón unió ambos con una mecha de unos metros de largo. Le instaló sus respectivas baterías al reloj, dispuso la hora y fecha actual 17:28 del 20/12/12 y ajustó la alarma para que se activara a las 0:00 hrs. Hurgó una vez más en su petaca y sacó un par de botellas: un galón de petróleo y un litro de mezcal. Abrió la botella de un galón e insertó el otro extremo de la mecha. Colocó el reloj al fondo del lugar, la mecha rodeaba las paredes y acababa en la botella que dejó en la parte alta de la entrada tapiada, de tal forma que una vez que sucediera lo planeado la botella de plástico se fundiera y dejara escurrir su ardiente contenido por toda la cámara.



Estaba casi listo.Ya empezaba a oscurecer, el reloj marcaba 17:55, las últimas luces del ocaso habían dejado estrías de un rojo intenso y melancólico en el horizonte que alcanzaba a verse encima de la entrada y a través de la botella trasparente. Abrió el mezcal y le dio un breve trago, quería disfrutarlo. 18:36 la cámara lucía sepulcral, la oscuridad era casi total a excepción de la diminuta luz del despertador. Se veían ya las luces encendidas de la ciudad, jugó por última vez con su ojos y volvió el lago estrellado, su suerte le concedió la última gracia: alzó la mirada hacia la bóveda, un par de estrellas brillaban en su marco pétreo, de repente las claras alas de la lechuza atravesaron su observatorio final y lanzó el ave un par de profundos chillidos. Entendió la señal, bebió un gran sorbo de lo que quedaba de su cáliz y del bolsillo izquierdo de su camisa extrajo su navaja homónima. Se colocó como en posición de flor de loto y dejó que su tocaya se escurriera a lo largo de sus antebrazos. La comunión había comenzado, su divino néctar fluía abundante y se mezclaba con la arenilla del cerro. Estaba en las fauces de la tierra, en el origen y fin de la vida, su corazón latía en conjunto. Ya no estaba solo...

0:00   Las entrañas del minúsculo cerro comenzaron a arder. Mientras el combustible duró, la ciudad se estremeció de temor...









lunes, noviembre 26, 2012

Agudos Ocasos

¿Cómo templarse después de tu tempestad?

Después de habernos arrasado
de haber estado tan mar adentro
de haber erosionado tantas superficiales rocas
de haber sido arena y espuma, sal y brisa
radiante sol, luna menguante.

¿Qué hacer con ésta historia?

Con mis obstinados recuerdos
con tus voluntarios olvidos.

¿Qué haremos con el choque de nuestros caudales? 

Que han compartido tanto
se han revuelto tanto.

Nos evaporamos
nos secamos.

Cuanta vida hemos tenido
que fuerte nuestra lluvia ha azotado
que magníficas tormentas
que agudos ocasos...

TEPEPOLCO

Diálogos Cínicos

El narrador de halla sumido en el mutismo que le provocan los diálogos cínicos,
presuntuosas palabras que enarbolan y flotan;
que sólo buscan miradas y galardones,
desdeñar diferencias y propagar nuevos códigos mercantiles disfrazados de literatura.

Neologismos que subordinan abanderados en supuesta libertad.

He aquí el punto, mismo idioma pero diferentes significaciones.

Después, los difusores transmiten como virus el nuevo lenguaje,
las víctimas lo adoptan y ejecutan sin fijarse en que esencia conllevan.

Así se apropian inconscientemente de esas palabras, las reproducen y heredan.

El virus se torna epidemia.
Una vez implantado en el portador, comienza la enfermedad a buscar su perpetuidad,
mutando en la esencia misma del infectado.

Finalmente ese inofensivo nuevo lenguaje se recreó en el antiguo ser humano,
quien muerto en esencia se transformó en vil instrumento.

Lustro


Un lustro
un sentir que fluctúa encendido como piel de iguana
la amenaza que danza con navajas
y el vértigo que guía los pasos.

A veces, casi, corta el habla
nubla la vista
seduce la memoria
dificulta la respiración.

Comienza a juguetear la invención con el recuerdo.
Comienza a desvanecerse otro camino.


Sin Retorno



Tu efímera distancia me evoca el implacable presagio de la ausencia:
tu no-presencia me vuelve loco, 
me recuerda que estoy solo, 
que seré yo sólo, frente a esta vida,
entre este regazo carente y toda tú en todos lados.

Lo que antaño fue, ahora es una reminiscencia tuya.

La contracara de mi capacidad de relacionar cosas 
se vuelca sobre mí: libros viejos, lugares pasados,
la entrañable convivencia diaria, palabras, sexo, comunión, risas.

Debates, una implacable, pesada e incontrolable historia. 

Una vida que ya no es mía.

Y ahora lo entiendo. Nunca fue mía.
Cerré los ojos y los oídos ante la inminente distancia áurea que te rodeaba.
Ese espacio tan tuyo que nunca logré tocar.

CARRETERA S.L.P.-QUERÉTARO

En Silencio Hermano



CERCA DE IXTAPAN DEL ORO, EDO. DE MEX.

Espera a que fragüen tus palabras,
que su volatilidad no las pierda en la arenosa tormenta,
aquella que entierra tus ojos y que arrastra tu profana ánima, 
que corta de raíz, 
que arrastra todo aquello en ti aprehendido.

En silencio siente como sangras,
como derramas tus ayeres en el presente,
envolviéndote en reacciones y ciclos.

Espera que todo se eleve,
que de vueltas en el aire,
choque, se embarré,
que vuele al firmamento.

A que vuelvas a brotar,
y que tu ahíto extraño te orille a rebelar.


Metálico Aliento



TEPEPOLCO

Ya atardece, también en mi ser.

Los últimos brochazos de luz en el horizonte, comienzan a oxidarse.
Y el miedo, se torna nostalgia.

Tu estela se pierde, se volatiza, se evapora… expira en metálico aliento.

El vacío se acerca, y trae su hija a rastras… otra noche.
Otra asfixiante madrugada que hiela el tuétano
y se condensa en los cristales de este parco espejo.

La Gran Masa Duerme


TEPEPOLCO

Nuevamente aquí, bajo la luz de la luna, 
he vuelto a encender un cigarro.

 Y contemplo la ciudad, miles de luces tras mi ventana. 
Lentas mareas de autos en la madrugada, 
fluyendo por sus venas de asfalto.

Vida de entes sonoros:
 lamentos al cielo de algunos perros; 
sirenas que buscan el rescate de los perdidos nocturnos.  

Y la gran masa duerme, algunos engranes que se detienen en la penumbra de la rutina del ciclo de la vida. Mientras, arriba, las estrellas vigilan y se tragan el olvido de los seres que alguna vez las miraron.


domingo, noviembre 25, 2012

Jueves 17 de Mayo 2007 03:20


Un jueves de mayo me descubre, y estoy aquí respirando, 
en este cerro que antaño fuera isleta. 
Viendo focos que ayer  fueron reflejo de estrella.

Y la memoria susurra un nombre, de flor y amatista, 
y mi cuerpo resiente la comodidad de su piel y de su alma, 
su olor, sus gestos, su palabra, sus silencios. 

(Y está conmigo, así no la tenga ni la vea, 
así me llegue por instantes el fugaz miedo de su posible ausencia.)

Aquí estoy y me encuentro, mis manos sienten el frío y por mis botas rotas se cuela el viento. 
Me siento hoy más despierto, las palabras fluyen. 
Detecto el existencialismo del momento y los sabores del recuerdo.

Y  la relaciono con tanto que por azar me ha hallado, 
como su llegada la tarde que no la vi mas deseé su regreso. 
Y le agradezco a todo lo que la condujo tan cerca, 
a las silenciosas señales que me guiaron hacia ella.

Entiendo por ahora una significación de mi existencia:
 soy nada, 
soy una expresión prismática 
que refracta luz, sombras.

TEPEPOLCO

viernes, noviembre 16, 2012

Pre-christmas wishes I

LIBRERÍA LA METÁFORA

Que les cobre caro la agonía
a los muertos en vida.

Que la realidad sublime
a los poetas baratos.

Que el polvo vuele de los libros
y germine en hechos.

Que en las portadas de los diarios no aparezcan
prostitutas al lado de víctimas vejadas.

Que nuestros conocidos
dejen de actuar como enemigos.

Que la razón
ultraje a los creyentes
(en plena misa).

Que la teoría sin práctica
no fragüe, enmudezca.

Que la praxis sin teoría
te atasque en el fango.



Sabes a Tierra Mojada...

La tórrida yugular marca el inicio del camino
y me dirijo rumbo a tus colinas, suaves como dunas.
Mis manos se deslizan entre su arena
mi boca se aferra al fruto de tus aureolas
saladas como el desierto 
toda sed es mi deseo y todo jugo es tu piel


Más al sur me hallo en tus valles
y la fresca brisa me avisa que no he errado en mi andar 
por un momento me detengo en la planicie de tu vientre
y visualizo las sureñas veredas que guían hacia tu fértil lugar.
Me dispongo a continuar...


Tus firmes muslos me hacen la frondosa invitación 
a explorar mas allá con la lengua y con la piel,
a adentrarme en tus cañadas, húmedas y floridas, y refrescarme en sus ríos barranqueros. 

Sabes a tierra mojada, a bosques escurridos, 

a savia ancestral, a amarga resina, copal...


HUATUSCO, VERACRUZ.  

martes, junio 05, 2012

Volver




Renacerá la antaño serpiente,
tras de sí  no dejará más escamas.
Las sustituirán hojas de jacaranda,
su nueva piel, 
ahora dejará un rastro vegetal.

Abrirá esos ojos de caracol cortado
que transforman el aire en canto 
y no arrojarán sobre sí, las obsidianas de su pasado.
No evocarán más 
el estruendo de ese mar.

Su bífida lengua no degustará más veneno,
ahora saboreará palabras floridas:
sus colmillos solo escupirán tinta y versos.



TEMAZCALAPA


lunes, junio 04, 2012

Estación maldita



Quisiera morir bajo una jacaranda, en una maldita estación como esta. 

Y que mi cuerpo sea cubierto con los destellos de tu nombre,
y que mi boca se apriete contra el piso, porque cuando menos lo pronuncio más te quiero.

Y que la brisa vuele cada fragmento mío,  junto con las flores  tenues violetas,
y que en lugar mío quede tan sólo el tronco con una capa más de su ciclo.


IZTAPALAPA

sábado, junio 02, 2012

Genio de las ruinas


CON CARONTE EN XOCHIMILCO


Estos pellejos andantes perdieron su esencia, 
no más vida circula en ellos, mero uso… demanda. 

Protervo pensamiento pasado 
hunde mi presente, 
lo humilla y eclipsa. 

Quemaré esta esencia: 
crujirá hasta el tuétano, 
rechinará su estrepitosa mundanidad. 

Genio de las ruinas de una realidad que se derrumba. 
 Aniquilador de estructuras, azote de la inmutabilidad. 



viernes, junio 01, 2012

..Y

Te dejé la resaca de ayer en la mesita de la sala, 
ceniceros llenos con flores de alquitrán 
 y muertos intentos de vida plantados en agua, en un frasco de café;
 las llaves en el piso y aun mucha basura, 
 mejor es tirarla a tiempo, no se vaya a apestar esto; 
seis meses de notas amarillas 
pegadas sobre mi imagen rota, en tu espejo, 
mi hueva en tu cama, 
los sueños y orgasmos bajo tu almohada. 

Me llevo mis botas y el recuerdo, 
y la amenaza del arrepentimiento,
 tu voz y tu risa; 
 y aquella mirada tuya a veces perdida. 

Que suave piel 
(que amargo es a veces el deseo). 

Y me trago los brotes de agua salada, 
Y mis palabras.
 Y mis hechos. 

CARRETERA A PUEBLA

Quetzalcoatl


Un guerrero ha nacido, por un manto dorado bendecido.
El alba es su guía, el crepúsculo lo ha elegido.

Señor de la tinieblas, tu era será amenazada, él, tu yugo romperá. 
Tu carne será destrozada y voraz con tu sangre se alimentará. 
Tus templos se teñirán de escarlata, 
un olor naranja, cempoalxóchitl, los rodeará. 

Al filo de obsidiana morirás… 
un viento de brasas te cubrirá, con su trueno te aniquilará.

El guerrero descenderá a tu trono, el Mictlán, 
y su hermano lo guiará, Xólotl su nagual. 

Triunfante, con nuestros huesos y su sangre, a sus huestes creará…

Señor de los miedos, a temer aprenderás, 
a su turbante de turquesas y plumas de quetzal. 

La serpiente emergerá de la tierra, 
a sí misma se tragará 
y ardientes brasas la elevarán. 

Así surgirá.

El año I Carrizo será, el fin de la mundanidad…

MUSEO DEL TEMPLO MAYOR

miércoles, mayo 30, 2012

21.10.2011


No sé si empiezo a despertar o si continúo soñando. Por el momento gozo de una extraña conciencia, digamos que "histórica", que me sitúa en este tiempo y espacio como resultado de cada uno de mis actos; pero estos a su vez, involucrados, penetrados, confrontados, consecuentados, compartidos, influenciados, delimitados, ponderados o accidentados con los actos, y decisiones o costumbres, de todos los seres de este y todos los tiempos.

De alguna manera todos confluimos y estamos relacionados, ya sea conscientemente o no, todos  nuestros actos individuales dirigen y modifican el camino de esta humanidad.

El aire que respiro ya ha sido exhalado por otros seres, y no sólo humanos. La tierra que piso ya antes fue descubierta, habitada, amada y alterada por otros. Cada gota de agua que bebo, ya fue rocío y océano, derramada en lagrimas o excretada en sudor.

De una y mil formas comprendo la comunión y observo esta materializada unión. Yo, como parte del todo. El todo , como parte de mí.

Cada acto y pensamiento viajando a través de los tiempos. Y como flor de maguey, ofrezco la semilla de la vida  un poco antes de mi partida. 


TEPEPOLCO

martes, mayo 29, 2012

¿Acabado?


 Y aquí está el poeta, acabado
( ¿De hacer, de ser? )
la tinta se secó en sus manos
sus palabras cayeron
se van arrastrando
sus conceptos vuelan
(sin alas… explotaron)
y no los encuentra porque olvido que buscaba.

Se aferra a su tinta
le implora.

Si creyera en ídolos, les rezaría.

Pero no
aun no escucha
y él, ya no ve.

CARRETERA ORIZABA-PUEBLA

lunes, mayo 28, 2012

Restos

Regreso y caigo en lo mismo, tus formas vuelven a mí. 
Un falso significado,  secas palabras.

Sólo intentamos hallar nuestra debilidad:
 el punto mortal, confín del portal; para perderte en mí, agonizar en ti. 

Acaricio tu ser perdido, tu desdén y tu mirar; 
el deseo cohibido, tu desición y el callar. 

Y te tomo como al viento 
que al ayer ha de quebrar y al presente despedazará.


TEPEPOLCO

viernes, mayo 18, 2012

Augurio


I
Aguanta corazón serpiente.

A que primero huela la muerte y brote mi semilla. Ya después en el lodo y el tiempo te arrastrarás. 
Mas no serás una simple criatura: tendrás escamas y alas, mundanidad y paz.


XOCHIMILCO

II

Intenta quemar las escamas, arde con el viento en contra. Clama tu postura a la eternidad. 
Siente esa furia en los ojos: hiel cortante, brisa sangrante…

Desgarra el yugo que te arrastra. Corrompe tu mente limitada. 
Planea en las alas de la percepción, tu creadora y señor, entona el poder de tu decisión…