viernes, septiembre 20, 2013
24-07-13
El amor es un cadáver exquisito, ilegible en su totalidad para los amantes. Sólo la muerte tiene la lectura completa. Algunas veces se apasiona tanto que lee en voz alta los episodios idílicos. Olvida que el viento espera atento cualquier presagio para comunicárselo al hombre - agradecido por descubrir en él el don de la música-. Entonces acude con alguno de los amantes alejados y con un fuerte ventarrón, que azota todo a su paso, logra abstraerlo y le zumba fuerte un secreto del otro. Otras ocasiones con suaves aires emula caricias olvidadas, o con escalofríos le remite agonías de éxtasis nocturnos.
Él siempre hace alianzas para emitir sus mensajes: con las brisas costeras que abochornan cuerpos sudados; con el polvo y las basurillas que levanta en remolinos, como las promesas dichas; con los árboles y arbustos del camino a quienes hace danzar, como se mecían al andar juntos... En especial gusta de asociarse con los aromas por ser la manera más sutil y efectiva de comunicarse, cuando menos lo esperan, les llega esa esencia del antiguo regazo.
Es una lástima que el hombre se halle casi siempre escribiendo solo su parte, y no pueda escuchar ni ver fuera de sí mismo.
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