domingo, septiembre 22, 2013

AUTORRETRATO


Cuando salí de la primaria, por “azares del destino”, me tocó leer en la ceremonia un escrito mío acerca de lo significativo de la escuela en la vida. La verdad el texto era algo cursi, lo normal para la edad, pero tenía una parte en la que comparaba la vida con lo escrito en un libro y hasta hablaba de su índice donde quedaban solo aquellas cosas que más nos habían importado. Quizá desde ese momento ya estaba predicho, o comenzaba a predisponerme, al interés en los libros.

Los libros al igual que las personas, siempre ocultan detalles que sólo quien realmente los aprecia puede conocer: más allá del autor y del titulo y de las intenciones de este, y de las influencias que el pensamiento de la época y de su vida personal reflejan en la obra, se encuentra la misma obra tan distinta según su edición, mas también por el hecho de a quien perteneció o al donde estuvo, al como llegó hasta ti.

Cuando realmente me interesa algo, aparte de fijarme en lo físico, ya sea en sus hojas o sus ojos; en sus datos técnicos (autor, tiraje; nombre, aficiones); en su lenguaje literal y tras lineal (palabras y silencios) o en sus detalles únicos (firmas, marcas, exlibris; cicatrices, recuerdos), me fijo en todo, porque sé que el conglomerado de cosas alrededor y adentro, evidentes o empolvadas, es aquello que confirma su unicidad ya sea en las personas o en libros viejos.

(Ejercicio para clase de Redacción de la ENAH)

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